Hace ya dos semanas que estoy de regreso en mi muy calurosa y húmeda ciudad de Maracaibo. Ya solo me quedan unas tres más... luego regresaré a mi país de acogida.

Pensé que tendría muchas cosas que decir y contar en esta entrada, pero súbitamente he olvidado todo. Recuerdo bien la reunión la semana pasada en casa de C.E, con mis amigas y amigos, algunos que faltaban por causas mayores como trabajo o, el simple hecho de que como yo, se han ido de la ciudad incluso, del país.

Recuerdo muy bien las lucuras de la Bru diciendo cosas como "embarázate de madre" cuando hablabamos de disfraces. O de mi pobre K. que cayó borrachina en mi casa con un pisco peruano que se tomo como refresco.

Las caras de sorpresa de mis familiares que no sabían que yo venía y la alegría de ver a mis amigos (que por cierto, siento que no con todos la simpatía sea misma de antes)

Me agrada aquí. Mi familia no podría ser mejor. Creo que si alguna vez me quejé de vivir con mis padres y hermanas, fue en esos momentos de rebeldía juvenil en los que me vestía de negro y pretendía que me gustara Nirvana o Metallica (nunca entendí las letras de sus canciones y no fue gracias a ellos que aprendí inglés, a diferencia de otros que sí influyeron en este bilingüísmo mío)

Estoy de regreso solo por unos días, y creo que si hoy me piden que tome una decisión sobre mi futuro, y que todo lo que pida se hará realidad, solo pediré irme de regreso a Francia, a mi Cannes querido, pero llevar en el avión, a toda mi familia, con los perros incluídos, y vivir juntos igual que aquí, pero con las cuatro estaciones.